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El 11 de septiembre de 2001, millones de personas en Estados Unidos (y en el mundo entero) se pegaron a sus televisores mirando con horror cómo los aviones secuestrados por terroristas de Al Qaeda atacaban el World Trade Center y el Pentágono; sin embargo, hubo un grupo de importantes figuras que, por breves momentos, únicamente recibían información a medias –y a veces errónea– mientras se desarrollaban los eventos de aquel trágico día. Se trataba de los pasajeros del Air Force One, entre los que se encontraba el entonces presidente George W. Bush.
Si bien el Servicio Secreto creía que el lugar más seguro para el jefe de Estado era en los cielos dentro del Air Force One, a menudo los encargados de su seguridad se veían en la necesidad de reaccionar a los reportes de posibles amenazas. A continuación, compartimos seis relatos recopilados por el canal HISTORY sobre la forma cómo los pasajeros y la tripulación del avión presidencial se encontraban prácticamente volando a ciegas aquel trágico 11 de Septiembre de 2001.
1. El piloto creía que un misil tierra-aire rastreador podría atacarlos durante el despegue
El presidente George W. Bush se encontraba en Sarasota, Florida, visitando una escuela cuando las noticias de los ataques llegaron a su equipo. Después de ofrecer un breve mensaje a la Nación, él y el resto de pasajeros del Air Force One se apresuraron con el abordaje. Ni bien comenzaron la secuencia de despegue a las 9:55 a.m., recibieron un reporte de que alguien con un misil tierra-aire rastreador podría estar posicionado al final de la pista, el cual resultó ser falso. El coronel Mark Tillman, piloto del avión presidencial, dio media vuelta y despegó en la dirección contraria en un ángulo empinado.
2. No estaban seguros si había un enemigo a bordo
Poco después del despegue, un avión a reacción que posiblemente se dirigía a la Casa Blanca se estrelló contra el Pentágono. Otro ataque parecía avecinarse. Sin saber cuántos aviones secuestrados podrían dirigirse a la capital de la nación, el Servicio Secreto decidió que no sería seguro llevar de vuelta al presidente a Washington D.C. Mientras el Air Force One volaba en un patrón de espera sobre el Golfo de Mexico, la tripulación fue informada de que la Casa Blanca había recibido una amenaza anónima que decía “Angel es el siguiente”. Angel era el nombre clave del avión presidencial.
Dudosos si la amenaza provenía desde el interior del avión o desde el cielo, el coronel Tillman and sargento maestro Will Chandler, jefe de seguridad, ordenaron a sus guardias asumir sus posiciones en los exteriores de la cabina del avión. Los agentes fueron posicionados en el medio de la aeronave para bloquear cualquier de venir hacia la parte delantera en la que se encontraban los cuarteles del mandatario. Chandler también ordenó a los agentes re-escanear la aeronave en busca de potenciales bombas o drogas peligrosas.
3. Las comunicaciones del Air Force One eran irregulares
Una vez que se reforzó la seguridad dentro del avión, Tillman lidió con las posibles amenazas externas al volar la aeronave a una inusual altitud de 45,000 pies (13,716 metros). Si bien en teoría resultó una movida inteligente, en la práctica significó un arma de doble filo ya que las comunicaciones, que pasaron de 20 a dos líneas a medida que la red nacional colapsaba, se volvían difusas. Algunos a bordo creían que se trataba de un sabotaje o que alguien se había infiltrado en los sistemas del Air Force One. Tampoco tenían una conexión estable de correo electrónico y la recepción de televisión era inconsistente.
4. Nadie sabía si los aviones caza que se acercaban al Air Force One eran amigos o enemigos
En un punto, Tillman recibió una advertencia de los operadores de radio en Houston de que una aeronave sin identificar los seguía. Se percataron de la presencia de dos aviones y, por un instante, el pánico se apoderó de ellos ya que no podían identificarlos. Cuando creía que sus sospechas de un posible ataque aéreo estaban por hacerse realidad, recibió un mensaje por radio que le devolvió el alma al cuerpo. “Escuchamos ‘Air Force One, este es Cowry 4-5’. Uno podía reconocer al instante ese acento de Texas. Nos explicaron que eran una flota de dos F-16 y que iban a ser nuestra escolta. Eso fue lo más genial que he visto en mi vida”, contó el coronel sobre los aviones caza que, coincidentemente, pertenecían a la misma unidad de la Fuerza Aérea de la que formó parte el entonces presidente Bush.
5. Nadie sabía cuándo podrían volver a Washington
El presidente George W. Bush repetía con insistencia que quería volver a Washington para dirigirse a la nación. Las Torres Gemelas del World Trade Center habían caído, el Pentágono había sido atacado y el vuelo 93 se había estrellado en un campo de Pennsylvania. Los medios de comunicación se preguntaban dónde se había metido el presidente en medio de esta emergencia nacional, sin saber que se encontraba a miles de pies de altura en un avión que necesitaba reabastecerse de combustible.
Tillman hizo una parada rápida en la base Barksdale de la Fuerza Aérea en Shreveport, Louisiana, para recargar combustible y comida. Durante esos minutos, Bush fue llevado a la oficina del comandante donde fue capaz de comunicarse con el vicepresidente. También realizó un mensaje a la Nación aunque fue transmitido en diferido. Los periodistas que acompañaban al presidente apenas tuvieron tiempo de avisar a sus respectivos medios de lo que pasaba antes de que les dijeran que tenían que volver al aire.
6. La CIA sabía quiénes estaban detrás de los ataques horas antes de informárselo al presidente
El avión del presidente hizo una parada más en la base Offutt de la Fuerza Aérea (STRATCOM) en Omaha, Nebraska, antes de volver a Washington, D.C. Aquí, Bush fue llevado al Centro de Comando Estratégico de Estados Unidos donde finalmente pudo realizar una videoconferencia con su gabinete y recibió un reporte de la CIA que identificaba a operadores de Al Qaeda a bordo de los cuatro aviones secuestrados. Fue en este momento en el que el mandatario ordenó regresar a la Casa Blanca para informar al país desde la Oficina Oval y, esta vez, no iba a aceptar un no por respuesta.
Ni bien el Air Force One despegó hacia Washington a las 4:33 p.m., el presidente recibió otro reporte de la CIA sugiriendo que los ataques del 11 de septiembre era el primero de dos olas y que el siguiente estaba próximo a ocurrir. Afortunadamente, aquello resultó ser falso. El avión presidencial aterrizó en Washington, D.C. a las 6:44 p.m. y a las 8:30 p.m., George W. Bush se dirigió al país desde la Casa Blanca.