Jorge Sánchez Herrera – Nómena Arquitectura
Arquitecto/Urbanista
Eran los comienzos del 2013 cuando la gestión metropolitana de turno decidió prohibir el giro a la izquierda en la Av. Javier Prado. De un día para otro, el denso tráfico fluía mientras un conjunto de policías, apostados en las intersecciones, disuadían a cualquiera que intentase pasarse de vivo.
Recuerdo ese episodio cada vez que pierdo las esperanzas en nuestra evolución ciudadana, pues por más de que ya pasaron seis años de aquel momento y la fiscalización es ya casi inexistente, esa buena “costumbre” permanece hasta hoy.
Hace unas semanas asistí a un conversatorio sobre el pico y placa, donde el periodista de la campaña #Notepases de El Comercio, Juan Pablo León, contó su experiencia como conductor de auto y como usuario de transporte público. De lo que recuerdo, dijo: “En auto me demoré el doble usando las vías alternas y, para mi sorpresa, en transporte público reduje los tiempos considerablemente por las avenidas donde aplica la restricción”.
Lo que cuenta suena lógico, pues el objetivo de la medida, entiendo yo, no es reducir el tráfico general –como muchos sostienen–, sino aligerar el tráfico en las principales avenidas donde operan los corredores complementarios (con excepción del Zanjón) para reducir los tiempos de viaje en transporte público. Y si entendemos que en Lima los viajes en auto privado no llegan al 15% y aquellos en transporte público superan el 80%, entonces la medida no parece un sinsentido.
Coincido en que la medida es perfectible y tiene que ir mutando de acuerdo a las métricas que haga la Municipalidad de Lima –datos que además debería comunicar–, pero también creo que en el Perú, donde estamos tan poco acostumbrados a respetar las leyes que no nos convienen, este tipo de “proyectos piloto” sirven para demostrarnos, tal y como lo hicieron con el periodista de El Comercio y como hicieron con todos los usuarios de la Javier Prado allá por el 2013, que el sacrificio de la minoría (aquellos que van en auto versus los que van en bus o aquellos que doblan a la izquierda versus los que siguen de frente) bien vale la pena si resulta en beneficio de la mayoría.
Además, si esta medida nos demuestra a los que manejamos que si gestionamos bien el tránsito puede ser incluso más rápido dejar el auto en casa y subirse al bus, entonces en un tiempo no habrá que preocuparnos de las papeletas y los sistemas de fiscalización, pues poco a poco iremos dejando el auto en casa.
Si este pico y placa sirve para convencernos a todos –incluso a los arduos defensores del transporte privado– que debemos exigirles a los políticos medidas inmediatas de promoción del transporte público formal y desincentivo del uso del auto privado, entonces me doy por bien servido.
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