Jorge Sánchez Herrera – Nómena Arquitectura
Arquitecto/Urbanista
Hace unas semanas, un edificio que diseñamos frente al Campo de Marte –el Edificio Nazca– fue reconocido por la Cámara Peruana de la Construcción (Capeco) por su especial aporte arquitectónico y urbano en una categoría (edificios de altura) en la que se hace difícil lidiar con la densidad, los costos y la presión inmobiliaria. El edificio, ubicado sobre un lote en esquina, procura lidiar con uno de los principales problemas de la densificación en altura de la ciudad: la generación de muros medianeros ciegos.
A todos nos deben llamar la atención los enormes muros laterales sin ventanas que aparecen cuando un edificio multifamiliar –o de oficinas– reemplaza una antigua casa de uno o dos pisos. En muchos de los distritos céntricos de la ciudad, la norma requiere que esos muros tengan “los mismos acabados que la fachada principal”. Y si bien esto al menos hace que los muros luzcan menos descuidados –incluso algunos promotores y arquitectos han optado por hacer algún tipo de intervención “artística” en los mismos–, las medianeras siguen siendo enormes muros ciegos.
El problema no recae en los arquitectos ni en los promotores. (La verdad es que en el Edificio Nazca logramos evitar los muros medianeros ciegos por un conjunto de situaciones particulares que son difíciles de repetir). El problema es la relación que existe entre el tamaño y proporción del típico lote limeño y la densificación en altura.
Lima ha crecido y sigue creciendo con un tipo de lote angosto (poco frente) y profundo o largo. Esto, que durante años generó una típica arquitectura limeña de casas patio, quintas y callejones para captar la luz del día, se vuelve insostenible cuando sobre ese mismo lote debe crecer un edificio de más de 4 o 5 pisos. Por su proporción y por la obvia imposibilidad de abrir ventanas hacia los lotes vecinos, lo lógico es que sigan apareciendo las grandes medianeras ciegas.
Esto no sería problema si todos los lotes de una manzana pudieran reemplazarse por edificios de la misma altura en un lapso razonable de tiempo. Pero como en Lima los parámetros de altura pueden cambiarse a pedido, eso resulta difícil de imaginar.
La solución pasa por dos alternativas que, además, pueden convivir. La primera es dejar de ver la densificación lote por lote y entenderla por barrios y manzanas. Así, un solo edificio de 20 pisos no captaría la densidad proyectada para toda la manzana o, incluso, para todo el barrio, y podríamos pensar en conjuntos más armónicos, de alturas al menos parejas.
Y la segunda es promover incentivos para la acumulación de terrenos. De esta forma, sí podríamos pensar en tener más edificios altos con todos sus frentes libres. No solo evitando los grandes muros ciegos, sino también beneficiando la ventilación e iluminación natural de todos los espacios.
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